Las tarjetas de crédito o cómo evitar dolor al pagar

By Julia Macía

Es evidente que tras más de año y medio de pandemia algunos de nuestros hábitos y costumbres han cambiado radicalmente.

Por ejemplo, algunos ya se han acostumbrado a dar el codo en lugar de dar dos besos mientras que otros, viven con un botecito de gel hidroalcohólico en la mesita de noche.

Pero, ¿Qué ha sucedido con nuestro modo de pagar?

En los medios de comunicación se habla constantemente del “fin del dinero en efectivo”, lo que sin duda abre un claro debate entre efectivo vs tarjetas de crédito.

¿Qué le sucede a nuestro cerebro cuando usa efectivo vs tarjetas de crédito?

¡Veámoslo!

Somos humanos y nos duele pagar

Para entender todo bien, debemos de empezar por el principio y es que, como introducía en el post sobre el efecto placebo, nuestro cerebro tiene un pequeño dilema cada vez que tenemos que pagar.

Es decir, aunque contemos con muchos ceros en el banco a nuestro irracional cerebro siempre se le escapa un pequeño “¡Ay!” cada vez que pagamos.

¡Pero cuidado!

Ya que hay otros factores que hacen que sintamos dolor cuando pagamos.

Por ejemplo, lo justo o injusto que nos parezca una transacción también afecta al nivel de dolor que sentimos cuando nos desprendemos de nuestro dinero.

El experimento

En el año 2007 un grupo de investigadores de las universidades de Carnegie Mellon y Stanford llevaron a cabo un estudio para analizar de que modo los consumidores sentíamos dolor al tener que desprendernos de nuestro dinero.

El experimento era, como siempre, muy simple: le dieron a un grupo de individuos dinero en efectivo y los monitorizaron con técnicas de resonancia magnética funcional mientras que les ofrecían distintos productos con distintos precios.

De este modo, los investigadores eran capaces de monitorizar lo que sucedía en el cerebro de los consumidores ante la opción de comprar cada uno de los distintos productos.

En cuanto a los precios de dichos productos, algunos tenían precios excesivos, mientras que otros tenían una buena relación calidad-precio para poder observar si se producía alguna diferencia sustancial entre unos y otros.

Gracias a este experimento, los investigadores podían monitorizar tres aspectos: las intenciones de compra de los individuos, los datos del escaneado cerebral y finalmente, las compras realizadas.

¿Los resultados?

¡Sorprendentes! Gracias al uso de la resonancia magnética se pudo observar que en el cerebro de los individuos se activaban las zonas de dolor incluso antes de llegar a pagar por el producto.

Es decir, antes de que el individuo manifestase en voz alta a los investigadores que quería comprar uno de los productos su cerebro ya se había adelantado y había exhalado un pequeño “ay” de dolor ante la sospecha de desprenderse de parte de su dinero.

Además, gracias al uso de técnicas de resonancia magnética funcional también se pudo observar como se activaban las mismas zonas de dolor en el cerebro que cuando te quemas cocinando o cuando te das un golpe con una esquina.

Increíble, ¿verdad?

Las tarjetas de crédito

Pero como siempre, existe una excepción y, en este caso, son las tarjetas de crédito.

¿Por qué?

Pues muy simple, cuando pagas con una tarjeta de crédito tanto tú como tu cerebro tenéis la sensación de no estar danto nada a cambio por lo que compras.

Es decir, tienes que extender tu tarjeta de crédito y acercarla suavemente al datáfono, pero después de realizar este movimiento la vuelves a guardar intacta en tu cartera.

¡Cómo si nada hubiese sucedido!

Sin duda, esta sensación de no estar dando nada a cambio se hace mayor con el incremento del pago con contactless o con los pagos online.

Además, este efecto no se da con el dinero en efectivo, con el que claramente vemos que recibimos menos de los que damos cuando pagamos por un producto.

Entonces, ¿tarjetas de crédito o efectivo?

Es evidente que en los últimos años se ha producido un incremento sustancial en el uso de las tarjetas de crédito. Pero, ¿qué método deberías usar?

Como siempre, la decisión final dependerá de cada uno y es que como dice el refrán “ojos que no ven, corazón que no siente”.

Así que si lo que quieres es evitar hacer sufrir a tu cerebro cada vez que extiendes un billete de 10€ igual las tarjetas de crédito son para ti.